DE BRUJAS, ESPANTOS Y ALGO MÁS. UN POCO SOBRE LA TRADICIÓN ORAL COLOMBIANA.
Por: Lucia Morales Gil (Colaboradora de Colombia Coffee Tree)
Sobre la tradición oral en el campo colombiano.
Nada mejor para terminar el mes de octubre que una buena dosis de historias de brujas, espantos y algo más, basadas en los mitos y leyendas de la tradición oral Colombiana.
Cualquier tatarabuelo, bisabuelo, abuelo, padre o hijo que haya tenido en su infancia la oportunidad de pasar algún tiempo en el campo, jamás olvidará aquellas noches, cerradas, frías y de tormenta, donde el narrador oficial de cada lugar deleitaba y aterraba a la infantil tropa con sus cuentos.
Como a mí me toco, les puedo contar que no existía placer mas terrorífico que aquello; ningún niño queríamos oír historias tan terribles pero al mismo tiempo ninguno queríamos perdérnoslas por nada en el mundo.
El evento siempre transcurría de igual manera: los niños reunidos en el comedor, la cocina o en el gran corredor de la finca y de repente, como mandado por Dios o por el Diablo, aparecía él o la o narradora en cuestión. Inmediatamente alguien pronunciaba, o mejor, abría la puerta al terror y al espanto- diciendo:
– Candelaria, así se llamaba nuestra relatora, porque no viene y nos cuenta historias de miedo?
Nunca supe de ningún narrador que se resistiera a la tentación de un auditorio tan callado, atento y espantado. Así empezaba Candelaria a narrar sus vivencias o las de sus familiares, vecinos o allegados; jamás podrá ser la historia de un extraño era necesario poder dar fe de la verdad del relato.
Llegaba lo mejor, Candelaria empezaba el cuento:
– Les voy a contar lo que le pasó a Don Abel el de la finca de abajo-.
Una noche así como ésta, oscura y de tormenta, mucho más tarde, ya que antes de a la media noche no aparece ningún espanto, venia Don Abel solo del pueblo; tranquilo en su mula y fumándose un tabaco.
De repente, cuando iba por el camino del cafetal de Don Gerardo, sintió cómo una sombra pasaba veloz junto a su lado. La mula empezó a relinchar, se paró en seco y se negó a seguir andando.
– No faltaba más que esta mula me resultara boba asustándose por nada – dijo Don Abel-; se bajó de la mula, la cogió de la rienda y la llevo jalando. Ya en la curva de la cañada, no más dar la vuelta, se le apareció un espanto, una mujer recostada en el barranco, no mas mirarla se veía que era un ser en pena, atormentado. De cabellos largos, con una túnica iluminada de blanco, encadenadas sus manos y con un quejido desgarradores y largos: “ayayay de mi, muerta y sin descanso”
Había que oír los quejidos de Candelaria, eran tan lastimeros que ni la mismita criatura espantaría tanto.
Ella siguió con su relato. No mas ver y oír aquello Don Abel se quedó como de piedra y hasta casi se traga el tabaco. Claro, a estas alturas de la historia nosotros ya teníamos la espalda helada por el espanto, nos habíamos cogido de las manos y ya estábamos tan pegados los unos a los otros que parecíamos un racimo de bananos.
Ella continúo: Poco a poco la aparición se le fue acercando a Don Abel, y ahí sí, éste se monto en la mula y salió casi volando.
Apenas llegó a la plaza del pueblo busco la casa del sacerdote y casi le tumba la puerta a punto de golpes.
– Lo que viste hijo mío fue un alma en pena- dijo el sacerdote, el alma de algún difunto del pueblo que murió sin haber sido perdonado por alguien a quien ofendió gravemente, o tal vez, con la necesidad de revelar algún secreto importante.
– Hijo, vuelve de nuevo al sitio del encuentro y ayuda a esa pobre alma en pena a descansar en paz por los siglos de los siglos, Amén. Antes de volver al encuentro con el alma en pena, el Sacerdote le dio algunas indicaciones: Lleva siempre una cruz en el bolsillo, rézale alguna oración a la difunta y finalmente pregúntale en que puedes ayudarla.
Con el mismo pánico de la primera vez se acerco al lugar donde había oído su lamento, allí seguía: “ayayay de mi, muerta y sin descanso”
Después de seguir las instrucciones del sacerdote, el alma en pena le dijo: “Yo robe el collar de Carlota y quedó escondido en su gallinero”
Doña Carlota era una mujer muy rica que vivía en una gran casa enseguida de la iglesia del pueblo, rica pero avara en extremo. El sacerdote y Don Abel la visitaron, le contaron la historia y juntos fueron al gallinero. Allí, debajo del comedero de las gallinas encontraron el collar robado y como Doña Carlota era más miedosa que avara le perdono de corazón el robo al alma en pena, con tal de que descansara en paz y nunca se le ocurriera ir en su encuentro.
Terminado el cuento, el comedor, cocina o corredor quedaba en impresionante silencio, nadie hablaba, nadie se movía, nadie respiraba… Ahora viene, que yo jamás podre definir si lo más terrible ya había pasado o solo estaba en el comienzo.
De repente, todos empezábamos a correr a los cuartos; 2, 3 y hasta 4 nos tirábamos en cada cama, con los ojos desorbitados y los oídos atentos; la cobija hasta la cabeza y el corazón desbocado.
Esas eran las peores noches que recuerdo, nadie dormía, todos atentos al gemido y el sonar de cadenas de alguna otra alma en pena, además, revolvíamos todas las historias y tocaba cuidar igual que ninguna bruja volara sobre el tejado, batiera chocolate en la cocina o se estuviera riendo.
Todos sabíamos lo fácil que sería cazarla, bastaba arrojar al piso granos de sal o de mostaza al piso, los que ella era incapaz de no contar, por lo que paraba para hacerlo, dejando ese momento como el preciso para amarrarla con un lazo y tirarla lejos; aunque la verdad sea dicha, si nunca ninguno fue capaz de poner unas tijeras abiertas en la puerta del cuarto, regar sal en el piso o poner una hoja de “espanta brujas” debajo de la almohada, para quedar protegidos de las molestias de la bruja, mucho menos alguno iba a tener la valentía de cazarla.
Lo que si jamás pudimos hacer, aparte de cazar la bruja, fue identificar a alguna. Lo único que había que hacer era decirle a la bruja que estaba molestando en la casa: “Mañana venís por sal” y se suponía que la persona que madrugara a pedir que le regalaran un poquito de sal era la bruja de la noche anterior. Jamás vimos a nadie que fuera por sal y eso que siempre estuvimos muy atentos.
Aunque nunca supe si las malas noches fueron responsabilidad de Candelaria y sus terribles cuentos o de algunos cuantos pies sobre mi cara, un sorpresivo rodillazo involuntario o el sostenido equilibrio en el borde de la cama para evitar irme de narices contra el suelo.
La tradición oral Colombiana es rica en mitos y leyendas, los habitantes de cada región han trasmitido atreves de ellas, de generación en generación, las explicaciones de inexplicables fenómenos.
La Hacienda Portugal hace parte de una región llamada Antioquia la grande y estas son algunos de sus principales mitos y leyendas:
LA MADRE MONTE
La madre monte es una criatura mitad mujer y mitad monte, vestida de hojas, bejucos, musgos, ramas y chamizos; con un gran sombrero que impide que le vean el rostro. Vive en grandes y pequeños montes enmarañados, con grandes árboles, ríos, quebradas y charcos
Dice la leyenda que cuando ella se baña, los ríos y quebradas se enfurecen, que vuelve las aguas turbias llevadas por terribles borrascas que terminan por inundarlo todo, ocasionando daños terribles en los cultivos y campos. También, que emite gritos infernales y maldice con plagas a las cosechas o enfermedades al ganado de aquellos que invaden terrenos ajenos, son desleales o engañan.
LA LLORONA
Según la leyenda la llorona es una mujer de figura lánguida, ojos rojos y aspecto sucio y descuidado que deambula en las noches de luna llena buscando a su hijo muerto. Es un alma en pena que vive sumida en el dolor, el horror y la desesperanza; de la que aseguran que fue ella misma quien mató a su hijo, lo dejó al pie de una quebrada y la corriente de esta lo arrastró.
Por ello, fue condenada a deambular por las riveras de las quebradas en búsqueda de su hijo muerto, gritando y llorando de manera desgarradora y lastimera .
LA PATASOLA
Se trata de una mujer que habita entre la maraña espesa de las selvas y bosques. Cuenta la leyenda que fué una mujer que deshonró a su familia por haber sido encontrada por su marido en compañía del patrón de éste, en su propia casa. . Cuando ella intenta huir, él le corta una pierna y a causa de ello la mujer muere.
Se convierte en un alma en pena que aparece como una mujer bellísima que atrae a los hombres para enamorarlos, que en la oscuridad los va conduciendo a la profundidad del bosque con sus miradas lujuriosas, hasta transformarse en una mujer horrible con ojos de fuego, boca con dientes de felino y una cabellera despeinada que cae sobre el rostro para ocultar su fealdad.
Otros cuentan que en ocasiones, se oyen los lamentos de una mujer extraviada; la gritan para auxiliarla, pero los quejidos van tornandose más afligidos y lejanos a medida que la victima avanza hasta la profundidad de la selva donde termina por perderse y la pata sola lo ataca.
Aun faltan, entre muchos, El cura sin cabeza, El hojarasquín del bosque, La pate tarro, El sombreron, La larga………. pero esos quedan para otro encuentro.
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